Ya en Sevilla sanos y salvos y recuperando peso, procedemos al cierre de emisión del blog no sin antes dejaros los enlaces a las entradas más espectaculares para que echéis un vistazo si sois nuevos por aquí. ¡Esperamos que las disfrutéis!
¡Última parada! ¡Asia a
la vista! Después de más de un mes danzando por Europa llegamos a nuestro
destino final: Estambul. Esto empieza a oler a fin del viaje pero no pensamos
aún en ello, nos quedan 3 días por delante para visitar esta ciudad que, como tantas
otras en nuestro recorrido, parece estar de moda entre el turisteo español. Es
increíble, no paramos de escuchar nuestro idioma por todas partes.
Emblemática y gigantesca
ciudad, puente entre dos civilizaciones y entre dos formas de entender la vida.
Vamos a un hostal recomendado por un amigo de Sevilla que resulta tener mucho
encanto y, sorpresa en nuestro viaje, un recepcionista al que no le caemos
bien.
El cansancio acumulado
hace que no tengamos ganas de hacer el turismo típico, preferimos simplemente pasear
y perdernos, queda pendiente para otra visita entrar a los centros de turismo
por excelencia: Agha Sophia y el Palacio de Topkapi. Para el que esto escribe
Estambul es bullicio por las calles y calma en las mezquitas, es Oriente y
Occidente, es mar, kebaps, gatos por las calles y regateo. El Gran Bazar nos
abruma con su oferta de pañuelos, alfombras, souvenirs, lámparas, ropa… de
todo. Tenemos el honor de ver en directo la grabación de una especie de videoclip
para la televisión turca. Al día siguiente lo vemos en una tele de un bar y tenemos
serias dudas sobre si hemos aparecido o no en las televisiones de toda Turquía.
Tres días después
decidimos coger el coche y poner rumbo a Sevilla. Tenemos por delante 4000 km
que habrá que tomarse con mucha calma…
Roca and Road 2012 llega
a su fin pero no muere en balde, deja tras de sí una experiencia única, una
gran amistad entre cuatro amantes de la aventura y muchas ganas de seguir
cumpliendo retos. Más que el fin es el comienzo de algo, ¿Roca and Road 2013?
Ya se verá. Muchas gracias a nuestros fieles lectores por estar ahí, esperamos
haber cumplido el objetivo de teneros al día de lo que iba pasando y que no os
hayáis aburrido demasiado.
Tras el espectacular
salto del puente de Mostar comienza otra parte más del viaje: la de patear
ciudades en vez de montañas, la de turisteo más “típico”. Empezamos llegando a
la capital bosnia después de dos horas de carretera increíble entre Mostar y
Sarajevo, de hecho, en algunos sitios de internet recomiendan recorrerla como
uno de los puntos imprescindibles de Bosnia.
En Sarajevo lo primero
que te llama la atención son, naturalmente, los desconchones de bala que quedan
en muchos edificios. Aunque la mayor parte de la ciudad está completamente
reconstruida, esos edificios se mantienen como recuerdo de los tiempos de
guerra . Lo siguiente que sorprende es lo viva que está la ciudad. Te recuerda
a España, las calles y los bares rebosan gente y las mujeres, guapísimas, se
arreglan como si fuera su última noche. ¿Demasiados días viéndonos las caras
mutuamente los cuatro o realmente esto está lleno de mujeres increíbles? ¡Es la
pregunta que nos hacemos! Salimos a tomar una cerveza pero es entre semana y el
ambiente dura poco, lástima. Al día siguiente paseamos por el centro, que
resulta ser bastante pequeño, intentamos sin éxito entrar gratis al museo de
Historia y ponemos rumbo al siguiente destino.
Belgrado
Tras un buen rato de
coche llegamos a la capital serbia y nos sorprende, una vez más, lo viva que
está. Esto sí que nos recuerda a casa, la gente es escandalosa, se besa y
abraza al verse, físicamente nos parecemos bastante y está todo lleno de bares,
pubs y restaurantes abarrotados por todas partes. Cogemos habitación por tres
noches en el albergue más barato que encontramos y seguimos disfrutando del
lujo de los precios baratos en los supermercados. Por el día visitamos el museo
de Tesla (sólo apto para frikis ingenieros como los cuatro que escriben esto) y
la catedral ortodoxa de Sava, la más grande del mundo. Por la tarde vemos el
atardecer desde una fortaleza que da a la confluencia entre el Sava y el
Danubio. Por la noche: fiesta. Muy buen ambiente, muy buena fiesta y, otra vez,
muchos ejemplos de porqué se habla tanto de la belleza del este.
Skopje
La siguiente parada en la
ruta es Skopje, capital de Macedonia. En este país tan desconocido para
nosotros, pero que es donde nació Alejandro Magno y Madre Teresa de Calculta, es
donde más hemos notado el milagro de la diferencia de valores entre monedas:
cenamos en un hotel de 4 estrellas, al aire libre, al lado de un estanque lleno
de patos y de cisnes, casi no fuimos capaces de acabarnos los platos, cerveza y
postre incluidos, y el precio rondó los 5 euros por persona. ¿No necesitarán
ingenieros españoles por aquí?
La capital resultó tener
poco atractivo turístico. Parece ser que están construyendo lo que de aquí a un
par de años se visitará. Avenidas llenas de estatuas, puentes, plazas y fuentes.
Un centro de ciudad totalmente nuevo. Pero de momento se puede decir que hay
poco por ver. Sorprende sin embargo la grandísima estatua de Alejandro Magno
(recién inaugurada) que tiene pretensiones, creemos, de convertirse en símbolo
de la ciudad.
Tessaloniki
Después de más de una
semana, volvemos a tocar mar y volvemos a tener euros entre las manos. En
Tessaloniki encontramos una ciudad que a pesar de tener muchísima historia no
está muy enfocada al turismo. Las vistas desde la parte alta de la ciudad y
pasear cerca del agua es lo más recomendable aquí. Notamos lo que debe ser una
crisis bien profunda al ver que los precios duplican los de España.
Decicimos marchar hacia
Estambul, pero en el camino una parada más de playa: Keramoti.
Keramoti
Casi de improviso se nos
ocurre parar en este pueblecito de costa. Es una pena que nos pillara con
prisa, porque lo cierto es que el sitio nos gustó muchísimo. Una playa
magnifica, que recordaba a las playas de Cádiz, chiringuitos, buen ambiente, y
un campo de vóley-playa en el que pasamos las horas jugando como locos.
Ya sólo queda la parada
final del viaje, el ÚLTIMO DESTINO: Estambul.
Abandonamos Croacia para
dirigirnos a uno de los destinos mas exóticos del viaje: Bosnia i Herzegovina,
el país del que tanto oímos hablar cuando éramos pequeños en las noticias y del
que tan poco sabemos.
La primera parada es
Mostar. Segunda ciudad del país y centro turístico gracias, entre otros
encantos, al famoso Puente Viejo, que fue destruido durante la guerra de los
Balcanes y reconstruido en 2004. Aunque el objetivo principal era saltar de
este puente, en el que se han celebrado campeonatos del mundo de salto, la
ciudad rápidamente nos encandiló por su cuidada estética, sus calles de piedra,
su ambiente “auténtico” y la amabilidad de su gente. Esto unido a sus bajos
precios y su rica gastronomía convierten este lugar en un destino de lo más
apetecible.
Pasamos la noche en una
casa de huéspedes donde nos lavaron los cacharros de cocinar y la ropa con un
cariño digno de madre. Bien descansados nos disponemos al día siguiente a
cumplir el gran reto: saltar los 26 metros (un 7º piso) del famoso puente.
En principio está
prohibido y hay que “contratar” el salto con el club local, pero nosotros no
teníamos intención de pagar. En realidad es uno de los espectáculos de la
ciudad, hay varios saltadores profesionales que van recaudando dinero de los
turistas y saltan para regocijo del público. En cualquier caso, estábamos
decididos a saltar. Nos sorteamos el orden de salto, todos queríamos ir primero
para no soportar la tensión de la espera y del público. Nervios, congoja,
preocupación, pero mucha determinación. Avanzamos por el puente y justo cuando
estamos asomándonos, se nos acerca hablando español uno de los saltadores
profesionales. En principio, muestra una actitud un poco amenazante, nos
pregunta si tenemos experiencia en este tipo de saltos y nos advierte que lo
que nos disponemos a hacer no es ninguna broma. Hablamos con él durante un buen
rato y progresivamente las cosas van cambiando, Ermin, como se llamaba este
saltador, empieza a coger confianza con nosotros, nos da varios consejos y
consigue que nos den permiso para saltar sin pagar nada.
Ha llegado la hora de la
verdad, no hay marcha atrás. Ermin saltaría primero y después es nuestro turno.
El puente está lleno de curiosos turistas. Todos coincidimos en que es muy
difícil explicar la sensación que teníamos encima de aquella plataforma con el
río Neretva
pasando por debajo. Después de ver muchos vídeos y de muchos meses soñando, o
más bien teniendo pesadillas, con este salto, es el momento. Un par de
respiraciones profundas, trago de saliva y paso adelante. Dos o tres segundos
de caída que se hacen eternos hasta tocar el agua, el mundo se para alrededor.
Euforia y mucha alegría: ¡reto superado!
Como agradecimiento,
invitamos a Ermin a comer. Disfrutamos de un suculento Ćevapi
típico de Bosnia con las mejores vistas de Mostar en la torre contigua al
puente, sede del club de saltadores. Ermin es, sin duda, un gran tipo (el
tercero por la izquierda, junto al Rey).
No sabemos si es por la
simpatía que despertamos, por el cariño que se tiene a España, o si es
simplemente suerte, pero lo cierto es que, hasta ahora, por cada sitio que
hemos pasado, nos hemos llevado el mejor sabor de boca. Tenemos la sensación de
que esta experiencia no le sucede a mucha gente.
Preocupados papás y mamás, queridos amiguetes y demás asiduos del blog, disculpad el retraso pero
ha sido una semana muy intensa recorriendo Croacia de arriba abajo. Han sido
unos días de mucho sol, calor, escalada, playas, fiestas y bonitas ciudades.
OTOK PAG (Isla de Pag)
Vendida como la Ibiza de
Croacia, esta pequeña isla no nos defraudó, gran fiesta tipo “American Pie”,
hasta aquí puedo leer…
¡Rumbo a Zadar!
ZADAR
Preciosa ciudad cuyo
casco antiguo se extiende a lo largo de una pequeña península donde el tiempo
parece haberse detenido y donde puedes comer pizzas del tamaño de una mesa de
camilla por 35 Kunas (menos de 5€). Pasamos allí una gran noche de fiesta y
sudamos la resaca jugando más de cinco horas de vóley-playa (más de las que
dormimos la noche anterior).
PAKLENICA
A media hora en coche
desde Zadar encontramos el Parque Nacional de Paklenica, famosísimo enclave
para escalar y lugar donde se equiparon las primeras vías de escalada deportiva
en toda Europa. Pasamos un día genial allí escalando algunas de vías más
míticas del Parque y disfrutando de la tranquilidad y de las vistas del lugar.
OTOK MANA (Isla de Mana)
Una de las cientos de
islas que forman el Parque Nacional de Kornati se llama Mana. Nadie la conoce,
ni siquiera tiene wikipedia, pero es un paraíso del Psicobloc o
DeepWaterSoloing. 900 metros de largo, 300 metros de ancho, 15 ovejas,
82.736.598 arañas asesinas, una miniplaya de piedras y los restos de una
construcción que se hizo para una peli de hace 40 años. Ningún otro rastro
humano. 48h de Náufragos con la atenuante de, una vez más, tener a mano
embutidos ibéricos y queso manchego.
Después de duras
negociaciones con capitanes y patrones de barcos conseguimos un trato muy bueno
para llegar a la isla. Un primer barco a cuyo frente iba un capitán de dos por
dos y mucha, mucha mala leche (en adelante, “el Ogro”) nos acercaría a una isla
vecina, desde donde otro barco nos llevaría a nuestro destino. El capitán de
este otro barco nos advirtió repetidas veces que escalar está estrictamente
prohibido. Nosotros les preguntamos si la policía vigilaba mucho, a lo que el
Capitán seriamente contesto: “Nosotros somos la Policía”. En ese momento nos
dimos cuenta que la bandera que tenia el barco era la del Parque Nacional y
ellos, su Guardia costera. Afortunadamente todo el mundo ama España y nos fue
fácil hacernos sus amigos. Se hicieron los ciegos durante dos días y además no
nos cobraron el transporte!
Tras desembarcar nos
pasamos dos días como auténticos náufragos: usamos las ruinas de la película
como refugio, en las que nos fabricamos unas cómodas camas a base de matojos y
paja y una mesa comedor con vistas a una impresionante puesta de sol. En cuanto
a lo deportivo nos pasamos el día saltando de acantilados y practicando
psicobloc, que para los que no lo sepan, es un novedoso deporte que se basa en
escalar en cuevas o acantilados donde tu única seguridad en caso de caída
consiste en un buen chapuzón. También inventamos algún nuevo deporte como la
persecución nocturna de ovejas y el
exterminio de arañas.
A mediodía, a punto de
realizar el salto más alto hasta día de hoy (entrenamiento para Mostar), se
produjo uno de los momentos más tensos del viaje, Christian, David y Javi veían
como Alejandro discutía con un hombre, se temían lo peor: había llegado el
dueño de la isla. Sin pensarlo empezaron a correr hacia ellos. En el camino,
una macabra sorpresa. Una oveja muerta y la duda de haber sido los causantes.
Mientras tanto, Alejandro seguía discutiendo con este hombre que no paraba de hacer
aspavientos. La tensión era máxima.
Después de la carrera
llegaron hasta Alejandro que se encontraba cargando al hombro con algo…
-Todo está bien, es el
dueño de la isla, sólo quiere ayuda con estos sacos.- Dijo Alejandro.
Así que al instante allí
nos encontrábamos los cuatro, cargando con sacos de cemento para Drago, un
croata patriótico que quería el cemento para instalar una bandera gigante en su
isla. Nos hicimos amigos de Drago, que no paraba de contarnos batallitas
croatas y que nos permitió permanecer en la isla.
Al día siguiente, nos
recogieron nuestros amigos los policías y nos dejaron en el barco del ogro.
Allí celebramos nuestros días de náufragos con un buen pescado y una cervecita
invitación del ogro.
SPLIT
Tras nuestras aventuras
en Mana pusimos rumbo a Split. En el camino dormimos e hicimos una breve visita
al Parque Nacional de Krka, famoso por sus cataratas. También pasamos un rato
muy divertido lanzándonos al agua desde un puente con el péndulo que se ve en
el vídeo.
Finalmente llegamos a
Split. Parecida en belleza a Zadar, esta ciudad tomada por turistas españoles
nos ofreció dos grandes noches, culminada una de ellas con el grupo ligerito de
ropa nadando los cuatro estilos en el Adriático. Durante el día descubrimos el
apasionante juego de la pelota croata, como las palas pero sin palas, dándole a
la pelota con la mano.
Abandonamos Croacia con
pena y dejando cosas por ver, como Dubrovnik, y sabiendo que será mucho más
duro sobrellevar este calor sin sus preciosas playas. En el horizonte, nuestro
siguiente gran reto nos espera, el Puente de Mostar.